En una trágica coincidencia con el aniversario del golpe de Estado a Perón, que marcó un oscuro capítulo en la historia argentina, el 16 de septiembre de 1976, se desencadenó un operativo conjunto entre efectivos policiales y el Batallón 601 del Ejército. Su objetivo: capturar a nueve jóvenes de entre 16 y 18 años, estudiantes secundarios del Colegio Normal 3 de La Plata. Este operativo se convertiría en uno de los crímenes más emblemáticos de la última dictadura cívico-militar en nuestro país, denominado la «Noche de los Lápices».
Estos jóvenes, militantes que habían participado en movilizaciones estudiantiles, fueron perseguidos y secuestrados por efectivos bajo las órdenes del coronel Ramón Camps, entonces jefe de la Policía bonaerense. Su delito era haber sido parte de la lucha por el Boleto Estudiantil Secundario (BES), un beneficio que la dictadura decidió suspender en agosto de 1976 para identificar a los líderes estudiantiles.
Los adolescentes fueron llevados al centro clandestino de detención conocido como Arana, donde sufrieron semanas de tortura. Posteriormente, fueron trasladados al Pozo de Banfield. Algunos lograron recuperar su libertad después de años de cautiverio, pero otros aún permanecen desaparecidos, formando parte de los 232 adolescentes secuestrados durante ese período oscuro de la historia argentina.
Entre los sobrevivientes se encuentra Gustavo Calotti, quien había finalizado la secundaria un año antes y fue capturado el 8 de septiembre. Otros, como Emilce Moler, Patricia Miranda y Pablo Díaz, también lograron salir con vida de las garras de los dictadores, aunque con secuelas físicas y emocionales imborrables.
El testimonio de Pablo Díaz en el Juicio a las Juntas en 1985 fue fundamental para visibilizar los horrores que vivieron. Sin embargo, la Ley de Obediencia Debida impidió inicialmente que los responsables, como el comisario Miguel Etchecolatz, enfrentaran la justicia. No fue hasta la derogación de estas leyes en 2003 que se iniciaron los juicios de lesa humanidad, y Etchecolatz y otros represores fueron condenados por sus crímenes.
A pesar de los esfuerzos del Equipo Argentino de Antropología Forense, los cuerpos de las víctimas aún no han sido identificados. La lucha por la memoria, la verdad y la justicia continúa, y cada 16 de septiembre se conmemora el Día de los Derechos de los Estudiantes Secundarios en homenaje a aquellos que lucharon y perdieron sus vidas en busca de un futuro más justo. Que los lápices sigan escribiendo páginas de memoria, verdad y justicia en Argentina.
Gonzalo Goro – Diario de Punilla | Fuente: Somos Télam