Djokovic le ganó a Schwartzman en Roma y supera a Nadal con su 36º Masters 1000

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Aún lejos de ser la mejor representación de sí, enojado, confuso, quién sabe si bajo los dolorosos efectos del escandaloso adiós en el Abierto de Estados Unidos, aún más Nole que Djokovic, recién descendido a la tierra, el tenista de Belgrado ganó por quinta vez en Roma y conquistó su trigesimosexto Masters 1000, ya uno más que Rafael Nadal y único líder en esa lista. Se impuso en la final a Diego Schwartzman por 7-5 y 6-3, en una hora y 53 minutos de un partido en el que le bastó elevar el tono en el tramo definitivo y reaccionar a tiempo en los instantes delicados, que los hubo.

Un año más, Djokovic figurará como serio candidato al triunfo en Roland Garros, en esa terna que encabeza por derechos más que adquiridos Nadal y donde asoma muy en serio Dominic Thiem, doble finalista del torneo y reciente campeón del Abierto de Estados Unidos. No le ha hecho falta al serbio estar a su mejor nivel para proseguir su extraordinaria racha en 2020. «No jugué mi mejor tenis esta semana, pero lo encontré cuando más lo necesitaba, algo que me hace sentirme muy orgulloso», dijo recién concluida la final el también campeón en 2008, 2011, 2014 y 2015. Es el 81º título de su carrera, el cuarto de esta temporada, tras el Abierto de Australia, Dubai y Cincinnati, éste último ya en mitad de la pandemia.

Schwartzman es un tenista contracultural: pequeño en tiempo de gigantes, habilidoso frente al vigor imperante, estratega y calculador ante la corriente de los francotiradores. En la mejor semana de su vida, se dio el gustazo de ganar por primera vez en diez partidos a Nadal, coleccionando loas y espacios de privilegio en la prensa argentina. Un día después se hizo aún más fuerte en un durísimo encuentro de semifinales contra Denis Shapovalov. Le quedaba aún la tarea más complicada, superar, en su primera final de un Masters 1000, al número 1 del mundo y tetracampeón, que irrumpía con el saldo intimidatorio, 30 victorias y una sola derrota, por descalificación ante Carreño en el Abierto de Estados Unidos, en lo que va de este curso alterado por el Covid-19.

MAL COMIENZO DE ‘NOLE’

Empezó bien el partido, en el lunes nublado y con episodios de leve lluvia, que puso la pista pesada, poco apta para golpes ganadores. Djokovic, cuyo formidable balance del curso contrasta con el paso poco severo en su estreno sobre arcilla, se vio pronto con dos servicios perdidos, obligado a espabilar si no quería complicarse mucho las cosas ante un adversario que concede poco y salió fresco, sin peaje aparente tras el brutal combate de semifinales.

El bonaerense ejercía de Djokovic. Era él quien mandaba en los peloteos y se lucía con el revés, además de afinar con las dejadas. Era él también quien ponía más de su parte por hacerse con los puntos, sin importarle cruzar la pista de punta a punta cuando era necesario. Tuvo que activarse el balcánico y esperar a que Schwartzman sintiese la proximidad del éxito en el primer parcial. Volvió de las dos roturas, añadió riesgo, creó la primera bola de set en el décimo juego y convirtió la cuarta en el duodécimo, en un juego errático del argentino.

A sus 33 años, y con una brillante historia escrita también sobre tierra, a Djokovic aún le cuesta aceptar las servidumbres de una superficie ajena a la naturaleza de su juego. Se le hacen largos los intercambios, se precipita a veces en la búsqueda de caminos alternativos, de vías más rápidas para sumar puntos. Pero su talento en cualquier escenario está fuera de toda duda. Lee bien los encuentros y, como él mismo admitió, saca el pincel en los momentos cruciales. Olfateó la sangre en el séptimo juego del segundo set, quebró y ya no dio un paso atrás, desatado hacia una victoria que había adquirido cierta urgencia para él tras el desafortunado episodio en Flushing Meadows.

Informe: elmundo.es