Un equipo de investigadores del CONICET destaca que las aguas adyacentes a las Islas Malvinas conforman un único sistema marino junto al resto de mar Patagónico, a partir de estudios sobre el comportamiento de aves y mamíferos en el mar, lo cual reafirma la soberanía argentina sobre el archipiélago.
“Nuestros resultados, junto con otros provenientes de distintos sitios de estudio, nos llevan a reafirmar el concepto de unidad ecológica para las aguas adyacentes a Malvinas y el resto del mar Patagónico», sostiene Flavio Quintana, del Centro Nacional Patagónico del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CENPAT-CONICET), con sede en Puerto Madryn, Chubut, donde investiga la conducta de diferentes especies de aves y mamíferos marinos.
«Durante su permanencia en el mar, estas especies no reconocen ningún tipo de límite jurisdiccional y sus necesidades ecológicas son las mismas, independientemente de si sus sitios de cría se encuentran sobre la costa continental o insular. Las aves y los mamíferos marinos del mar Patagónico utilizan sus aguas integrando su significancia ecológica”, agrega Quintana, según un comunicado del CONICET.
Según el investigador, en las costas de la Patagonia continental y en las Malvinas se reproducen básicamente las mismas especies de aves y mamíferos marinos.
Cuando los individuos provenientes de ambos sitios de reproducción se van al mar a alimentarse (la mayor parte de su ciclo anual ocurre en el mar) utilizan los mismos espacios marinos, explotan muchas veces los mismos recursos y se enfrentan a los mismos problemas de conservación.
Pero hay más: cuando la mirada de los científicos se posa más allá de las especies que habitan las aguas, y se dirige hacia las características del paisaje marino, se encuentran nuevas similitudes.
“En términos oceanográficos -dice Quintana- las dos corrientes que gobiernan el ecosistema marino del Atlántico Sur, afectan por igual las áreas marinas utilizadas tanto por las especies provenientes de Malvinas como aquellas que reproducen en la Patagonia continental”, añade.
Estas dos corrientes son la de Malvinas, fría y muy rica en nutrientes, y la de Brasil, más cálida y pobre en nutrientes.
“Esa es una muestra más de la unidad ecología que observamos en todo el mar Patagónico y que podría constituir una herramienta más en vista a un reclamo de soberanía”, afirma Quintana.
En su laboratorio de Ecología de Predadores Tope Marinos del Instituto de Biología de Organismos Marinos del CENPAT, Quintana y su equipo procesan los datos con programas especiales que permiten procesar cantidades innumerables de localizaciones y registros de las especies de estudio.
Además, en la actualidad, colocan pequeñas cámaras de video en los animales que en forma simultánea al registro electrónico les ofrecen imágenes de las áreas de uso y el comportamiento realizado en dichas áreas.
“El uso de tecnología electrónica para el estudio del comportamiento animal -dice Quintana-, permite además, utilizar a los animales como plataformas biológicas de muestreo de datos oceanográficos», afirman desde el laboratorio.
Hoy, contamos con registros provenientes de más de 500 cormoranes imperiales, 200 pingüinos de Magallanes y decenas de petreles gigantes. Esto abre una puerta inmensa hacia el estudio y exploración de ambientes marinos extremos como las grandes profundidades y otras zonas de difícil acceso. «Ahora podemos comprender no solo lo qué los animales hacen sino también qué características tienen los ambientes que utilizan en el amplio ecosistema marino del Atlántico Sudoccidental”.
«Es asombroso conocer la capacidad de las especies para explorar y alimentarse en ambientes marinos extremos: los elefantes marinos por ejemplo pueden lograr apneas extraordinarias de casi dos horas y alimentarse en la oscuridad más extrema a grandes profundidades», concluye.