El histórico juicio oral y público por la Masacre de Napalpí, la matanza de centenares de integrantes de los pueblos indígenas Qom y Moqoit ejecutada hace casi un siglo por policías, gendarmes y colonos en Chaco y declarada crimen de lesa humanidad, comenzará hoy en la ciudad de Resistencia.
Ayer se realizó un acto de homenaje encabezado por el gobernador Jorge Capitanich, del cual participaron funcionarios y miembros de esas comunidades.
El de hoy será un «juicio por la verdad» que no tendrá imputados -ya que los responsables de esa masacre de 1924 están fallecidos-, en el que declararán sobrevivientes y descendientes de las víctimas, y que contará con el aporte de pruebas de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación surgidas de una investigación especial, informó el organismo que conduce Horacio Pietragalla Corti.
Pietragalla Corti viajará a Resistencia para participar de la primera audiencia y acompañar a las comunidades de los pueblos Qom y Moqoit en lo que será «el primer juicio de la historia argentina que investigará una masacre contra pueblos indígenas» que se iniciará en el Día del Aborigen Americano, se destacó en un comunicado.
Habrá dos audiencias semanales en la Casa de las Culturas de Resistencia y el 10 y 12 de mayo el tribunal se trasladará a la ciudad de Buenos Aires para llevar realizar dos audiencias en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, en la ex Esma, donde declararán investigadores que abordaron el caso.
Se explicó que todas las audiencias permitirán la presencia de público y se transmitirán a través del canal de Youtube del Juzgado Federal 1 de Resistencia.
En la víspera del inicio del juicio por la masacre -declarada en 2019 crimen de lesa humanidad por la justicia federal y por lo tanto imprescriptible- Capitanich encabezó junto a funcionarios de su gabinete y legisladores un homenaje en el sitio donde ocurrieron los hechos y ahora hay un memorial de señalización, el Memorial Napalpí, en Colonia Aborigen, a 140 kilómetros de la capital. También hubo un recuerdo para el historiador y militante Juan Chico, político qom fallecido durante la pandemia cuya tarea fue fundamental para esclarecer los hechos y llegar a este proceso.
En ese espacio al aire libre, con hitos y señalizaciones que demarcan lo ocurrido, Capitanich afirmó: «Este es un día memorable y los próximos 30 serán días de búsqueda de verdad y de memoria, en los que daremos inicio a una reparación histórica, para que esta verdad sobre los crímenes ocurridos en Napalpí forme parte de nuestra identidad y de nuestra cultura».
La masacre fue la respuesta estatal a la protesta de originarios y criollos que reclamaban mejores condiciones de vida y una justa retribución salarial.
La primera jornada del juicio se realizará hoy a partir de las 8, con la apertura formal y se emitirán registros audiovisuales de Juan Chico, y de los sobrevivientes Pedro Balquinta y Rosa Grilo.
Los episodios ocurrieron el 19 de julio de 1924, cuando la policía del entonces Territorio Nacional del Chaco produjo la acción represiva conocida como la «Masacre de Napalpí» contra un grupo de trabajadores del algodón pertenecientes a las etnias aborígenes Moqoit, Qom, Shinpi y algunos criollos correntinos y santiagueños residentes en la zona, mientras realizaban una huelga pacífica en la reducción de Napalpí, a 120 kilómetros de Resistencia, en las cercanías de El Aguará, hoy Colonia Aborigen.
Autores intelectuales y materiales de «La masacre»
Los responsables políticos de la Masacre de Napalpí fueron el gobernador Fernando Centeno, el comisario de Resistencia Roberto Sáenz Loza y quien en la ocasión actuaba como su lugarteniente, el comisario de Quitilipi José B. Machado. El presidente del «Aero Club Chaco» Agustín Cabal (h), facilitó el avión utilizado en el ataque.
Centeno dio la orden a Sáenz Loza para que vaya con 130 efectivos y algunos civiles a la zona del conflicto y que procedan a rodear la reducción donde se concentraban las comunidades en protesta.
A las 9 de la mañana de ese 19 de julio, un avión de la Escuela de Aviación del Aeroclub Chaco, piloteado por el sargento Emilio Esquivel, acompañado por el civil Juan Browls, roció la espesura del monte con una sustancia química que produjo el incendio de las tolderías. Los niños, mujeres, hombres y ancianos salieron a campo abierto donde fueron brutalmente masacrados por los efectivos de la policía que descargaron más de 5.000 cartuchos en menos de dos horas.
No hubo resistencia porque no había armas. Sáenz Loza ordenó el degüello y luego la mutilación de los muertos y heridos. Los testículos, las orejas y los pechos fueron tomados como «trofeos de guerra».