A lo largo del 2023, en abril, septiembre y octubre, se evocarán con distintos homenajes los 50 años de la muerte de los tres Pablos más decisivos del siglo XX para el universo artístico: Picasso, Casals y Neruda, hombres que compartieron nombre y nunca se encontraron juntos los tres, pero en cuyas vidas y trayectorias públicas es posible descubrir conexiones y similitudes como el talento disruptivo, el compromiso social que los convirtió en antena de los peores horrores de la época y algunos comportamientos -sobre todo en el caso del pintor y del poeta- que a la luz del presente los colocan en lugares problemáticos y cuestionables en tiempos de cancelación.
«Eran tres y se fueron los tres…/ nos quedamos sin Pablos en el mundo/ y lo bello, sin ellos, moribundo…/ ¡qué va a ser de nosotros… qué va a ser!», cantaba el argentino Aberto Cortez en torno a estas tres figuras cuyas vidas fueron interceptadas por un tiempo histórico que los envolvió en el horror de la guerra y los totalitarismos. Los tres devolvieron respuestas similares al siglo que les dio vuelta la cara con sus feroces atrocidades, marchando contra el nazismo y el fascismo, y tendiéndoles la mano a los sublevados y a los exiliados.
En una época sin la masividad garantizada de las redes sociales, ellos supieron volverse virales y legaron obras que además de ponerle voz a una época expresan el compromiso del arte en la búsqueda de la paz: el «Guernica» de Picasso, el «Canto general» de Neruda y el «Himno para las Naciones Unidas» compuesto por Casals.
Los aniversarios redondos son muchas veces la excusa para evocar y resignificar vidas o trayectorias que han tallado una época y siguen proyectando su espectro sobre el presente. Hasta hace algunos años, esta recuperación transcurría sin sombras en un clima celebratorio que reforzaba la épica y el legado de la figura exaltada, pero hoy el signo de época insta a matizar los tributos, destacando los aportes de una obra o creador sin licuar los aspectos problemáticos de su personalidad.
Pablo Picasso
Si hay una figura que absorbe los mayores dilemas en torno a esa discusión tan fogoneada en tiempos de cancelación sobre la posibilidad o pertinencia de disociar a una obra de las acciones de su creador es Pablo Picasso, el artista español incuestionable por su pericia para iluminar un cambio de rumbo decisivo en la historia del arte pero acusado de misógino y maltratador por su trato cruel hacia las mujeres que lo acompañaron, un rasgo que hechiza sutilmente el medio centenar de homenajes que se proyectan este 2023 por los 50 años de su muerte.
En sus siete décadas de actividad, introdujo nuevas formas de percepción y reflexión del arte a través de los trazos novedosos del cubismo que pusieron en crisis el relato hasta entonces monolítico de la pintura figurativa pero también dio cuenta de su compromiso social a través de una de las composiciones más estremecedoras sobre la impiedad de la guerra con el «Guernica», un cuadro que pintó como reacción al bombardeo nazi de la ciudad vasca en el norte de España.
Entre 1906 y 1907, crea una de sus óleos más icónicos, «Las señoritas de Aviñón», en el que la extraña distorsión de las formas del cuerpo femenino acaba con todas las nociones anteriores de perspectiva y se convierte en la obra pionera del cubismo.
Picasso creó miles de pinturas y esculturas y sigue siendo uno de los nombres más cotizados en las subastas mundiales: su obra «Mujer sentada junto a una ventana» se vendió por 98 millones de euros en Christie’s en Nueva York en 2021, mientras que «Mujeres de Argel» fue adjudicada por 179 millones de dólares en 2015.
En paralelo, el artista ha sido caracterizado como un misógino que ponía a ‘sus’ mujeres en un pedestal para luego derribarlas, un hombre que temía, además de desear, el cuerpo femenino y que era un marido o amante exigente y narcisista. «Para mí solo hay dos tipos de mujeres: diosas y felpudos», dijo alguna vez el hombre que tuvo dos esposas formales y seis parejas estables, de las cuales dos de ellas, Marie-Thérese Walter y Jacqueline Roque se suicidaron, años después de la muerte del pintor.
Murió el 8 de abril de 1973, en Mougins, cerca de Cannes. Este año se celebrará el 50 aniversario de ese suceso con un programa cultural internacional que bajo el lema «Celebración Picasso 1973-2023» ofrecerá medio centenar de exposiciones y eventos en toda Europa y Estados Unidos que ponen de relevancia la influencia del artista en todo el siglo XX y su continua referencia para los artistas del siglo XXI.
Pablo Neruda, el poeta
Pablo Neruda nació el 12 de julio de 1904 y pese a que tuvo un perfil político que desplegó en paralelo a la literatura -fue embajador en Francia, senador, miembro del Comité Central del Partido Comunista (PC) y precandidato presidencial- ganó popularidad como uno de los grandes poetas del amor, título que empezó a ganarse ya desde muy joven, cuando publicó una obra que se ha convertido en tan inmortal cono resistida: «Veinte poemas de amor y una canción desesperada».
Bisagra en su devenir político fue la guerra civil española, que lo impulsó a militar en el Partido Comunista, al que perteneció hasta el final de su vida en 1973, pocos días después de la muerte de Salvador Allende, que marcó el final del gobierno progresista chileno.
Sus siguientes obras van mostrando su evolución y capacidad para tomar lo mejor de cada movimiento literario y para dar suelta a un enorme potencial que vuelca en potentes imágenes como las que retrata en «Residencia en la tierra» (1933-1935), donde traslada la amargura del hombre sumergido en un mundo caótico.
En 1971 recibió el Premio Nobel de Literatura. La academia sueca, entre sus fundamentos para otorgarle el máximo galardón de la literatura mundial, sostuvo que escribía “una poesía que con la acción de una fuerza elemental da vida al destino y los sueños de un continente”.
La figura de Neruda se volvió controvertida a partir de un breve tramo de su autobiografía,
«Confieso que he vivido», en el que evoca un «encuentro» en su pasado como joven diplomático en Ceilán (actualmente Sri Lanka) con una mujer pobre y paria cuyo trabajo era asear el sitio donde él se encontraba. «Una mañana, decidido a todo, la tomé fuertemente de la muñeca y la miré cara a cara. No había idioma alguno en que pudiera hablarle. Se dejó conducir por mí sin una sonrisa y pronto estuvo desnuda sobre mi cama», narra. Y concluye: «El encuentro fue el de un hombre con una estatua. Permaneció todo el tiempo con sus ojos abiertos, impasible. Hacía bien en despreciarme. No se repitió la experiencia».
Desde entonces, distintos colectivos feministas han salido a repudiar al poeta
por este comportamiento que puede ser considerado una violación. También le cuestionan otro hecho: la actitud desaprensiva hacia su hija, Malva Marina, que murió de hidrocefalia a los 8 años. Una de las pocas menciones de Neruda hacia la menor es una carta que envía a unos amigos en Argentina, un testimonio que se ha vuelto a citar por estos días. «Mi hija, o lo que yo denomino así, es un ser perfectamente ridículo, una especie de punto y coma, una vampiresa de tres kilos», le cuenta a su amiga Sara Tornú.
Tras la muerte de Neruda, el 23 de septiembre de 1973, su cuerpo fue enterrado en el mausoleo de una familia amiga, después sus restos se trasladaron a un nicho del módulo México hasta que, al fin, en 1992, fueron exhumados junto a los de Matilde Urrutia y enterrados en el patio de su casa en Isla Negra.
Pablo «Pau» Casals, el concertista clásico
Pablo Casals, nacido el el 29 de diciembre de 1876 en Vendrell, pequeña localidad catalana situada a unos 70 kilómetros al oeste de Barcelona, fue el más longevo de los Pablos ilustres del siglo XX.
La música fue el elemento central de su vida desde muy temprano: a los cinco años ingresa como segundo soprano en el coro de la iglesia, al mismo tiempo que estudia piano con su padre y aprende los rudimentos del violín. Luego llegaría el acceso al violoncello, el instrumento que sella su historia de genialidad artística.
Pau Casals, o Pablo, como se le conocía fuera del territorio catalán, fue el primer concertista profesional del violoncello de la historia, un eminente director de orquesta y también compositor, todo de manera casi autodidacta. Pero además, con una nítida conciencia social, se preocupó de llevar la música clásica de calidad a los sectores más humildes, creando y financiando su propia orquesta en Barcelona.
Sin embargo, podía relegar su arte a segundo plano cuando el contexto social le imponía un posicionamiento urgente. «Hay cosas más importantes que la música», decía para justificar su negativa a tocar en público y su decisión de ayudar a los exiliados que durante la Guerra Civil española huyeron a Francia sin saber que, años más tarde, muchos de ellos sufrirían el encierro en campos de concentración.
Los fascismos lo rebelaban: en 1933 se había negado a tocar en Alemania por el ascenso de Adolf Hitler al poder. Dos años más tarde adoptaría la misma actitud respecto a la Italia fascista y lo mismo haría con Rusia tras la Revolución del año 1917 y la implantación del comunismo. Cuando estalló la Guerra Civil Española, Casals daría su total apoyo a la República, ofreciendo diversos conciertos en Barcelona y en el extranjero a beneficio de los damnificados y de los niños exiliados. Tras la victoria de Francisco Franco, decidió marcharse a Francia, donde prestó ayuda a los republicanos presos en campos de concentración.
El único punto que podría generar alguna discordancia en la actualidad fue la contundente diferencia de edad con la puertorriqueña Marta Montañez. Se casaron tres años después, ella con 20 y el con 80, unos 60 años de diferencia. Pero la relación se sostuvo y estuvieron juntos 16 años hasta la muerte del músico.
Casals murió el 22 de octubre de 1973 en el Hospital Auxilio Mutuo de San Juan de Puerto Rico, a la edad de 96 años, como consecuencia de las complicaciones derivadas de un infarto. Tres años después, en 1976, cuando en España había ya un régimen democrático, fue honrado con un sello postal conmemorativo que honraba al músico en el centenario de su nacimiento.
Por Julieta Grosso – Télam imágenes: Historia del Arte