Hoy, 1 de noviembre, el mundo se une en la celebración del Día de Todos los Santos, una festividad que tiene profundas raíces históricas y religiosas.
El Día de Todos los Santos tiene sus raíces en la tradición católica, y su origen se remonta a los primeros siglos del cristianismo. Esta festividad se celebra para honrar a todos los santos y mártires que no tienen una festividad individual en el calendario litúrgico. La fecha fue fijada el 1 de noviembre por el Papa Gregorio III en el siglo VIII, quien eligió esta fecha para coincidir con festividades paganas relacionadas con la cosecha, en un esfuerzo por cristianizarlas.
Rituales y Costumbres
El Día de Todos los Santos se celebra de diferentes maneras en todo el mundo. En muchas culturas, las personas visitan los cementerios para decorar las tumbas de sus seres queridos con flores y velas. Se encienden velas en honor a los difuntos, y se reza por sus almas. También es común llevar a cabo misas especiales en las iglesias, donde se recuerda a los santos y se ora por los fallecidos.
En algunas regiones, especialmente en América Latina, esta festividad se combina con el Día de los Muertos, que se celebra el 2 de noviembre. Durante esta festividad, se construyen altares con ofrendas, se preparan comidas tradicionales y se realizan desfiles y representaciones culturales para recordar a los seres queridos que han partido.
Una Celebración Universal
Aunque el Día de Todos los Santos tiene sus raíces en la tradición cristiana, se ha convertido en una festividad universal que trasciende las barreras religiosas. En muchos lugares, las personas de diferentes creencias participan en rituales y costumbres relacionadas con esta festividad, ya que brinda la oportunidad de reflexionar sobre la mortalidad y recordar a quienes han dejado una huella en nuestras vidas.
En la era moderna, la tecnología también ha desempeñado un papel importante en la celebración del Día de Todos los Santos. Muchas personas utilizan las redes sociales y otros medios digitales para compartir recuerdos y homenajes a sus seres queridos, permitiendo que la memoria de aquellos que han fallecido perdure en la era digital.
Santos Argentinos (ACIprensa)
Héctor Valdivielso Sáez es uno de los ocho católicos que alcanzó la corona del martirio durante la llamada Revolución de Asturias, poco antes de la Guerra Civil Española.
Nació en el barrio porteño de Boedo, el 31 de octubre de 1910. El 26 de mayo de 1913 fue bautizado en la antigua iglesia de San Nicolás de Bari, y en 1914 viajó junto a su familia a España, donde se estableció en Briviesca.
A los 24 años, convertido ya en hermano de La Salle, fue detenido, junto con sus compañeros, por los marxistas el 5 de octubre de 1934.
En la ceremonia de beatificación, el 29 de abril de 1990, Juan Pablo II dijo que habían sido martirizados por odium fidei, es decir, por odio a la fe, y que aceptaron cristianamente el sacrificio antes de renunciar a Cristo Jesús.
Para la canonización hizo falta comprobar un milagro atribuido a su intercesión, que se produjo el mismo día de la beatificación, el 29 de abril de 1990. La ceremonia de canonización del beato argentino se realizó en el Vaticano el 21 de noviembre de 1999.
José Gabriel del Rosario Brochero, conocido como el “Cura Brochero”, nació el 16 de marzo de 1840, en el paraje Carreta Quemada, en el norte de Córdoba (Argentina). El 4 de noviembre de 1866 se ordenó como sacerdote.
Tras desempeñar su ministerio sacerdotal en la catedral de Córdoba y ser prefecto de estudios del Colegio seminario Nuestra Señora de Loreto, el 19 de noviembre de 1869 fue elegido vicario del departamento San Alberto, con unos 10 mil habitantes de toda Traslasierra. Se instaló entonces en Villa del Tránsito, la localidad que desde 1916 lleva su nombre.
Más adelante, el P. Brochero tuvo un papel activo en la epidemia de cólera que se desató en Córdoba. “Se le veía correr de enfermo en enfermo, ofreciendo al moribundo el religioso consuelo, recogiendo su última palabra y cubriendo las miserias de sus deudos. Este ha sido uno de los períodos más ejemplares, más peligrosos, más fatigantes y heroicos de su vida”, señaló su amigo Ramón J. Cárcano.
Murió ciego, padeciendo de lepra. “Murió de la forma en que vivió, con mucha humildad y sencillez”, afirmó el P. Guido Ricotti, actual párroco de Villa Cura Brochero.
El Cura Brochero fue declarado venerable en febrero de 2004 por San Juan Pablo II. El 20 de diciembre de 2012, Benedicto XVI firmó el decreto que reconocía el milagro atribuido a la intercesión de Brochero.
Este milagro consistió en la recuperación sin explicación médica de un niño con pronóstico de “vida vegetativa” y problemas neurológicos severos, tras sufrir un grave accidente vial.
Fue beatificado el 14 de septiembre de 2013 en la Villa Cura Brochero, en Córdoba (Argentina), en una Misa multitudinaria presidida por el Cardenal Angelo Amato, entonces Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos y enviado del Papa Francisco.
En enero de 2016, el Papa Francisco aprobó el milagro que permitió su canonización: la curación y recuperación de la niña Camila Brusotti, natural de San Juan (Argentina), quien había quedado al borde de la muerte tras ser víctima de una golpiza feroz.
De manera similar al caso anterior, el daño corporal era de tal magnitud que una recuperación era imposible desde el punto de vista científico. La gracia de Dios, por intercesión de este santo, hizo posible la recuperación total de la niña. La canonización fue celebrada en Roma el 16 de octubre de 2016.
San Artémides Zatti
Nació en Boretto (Italia) el 12 de octubre de 1880. Desde los nueve años tuvo que empezar a trabajar para llevar un poco de dinero a su casa, pues su familia era muy humilde.
En 1897, a causa de la lamentable situación económica, su familia tuvo que emigrar a Bahía Blanca (Argentina).
Allí, él frecuentó una asociación escolar que estaba dirigida por los salesianos. Poco a poco fue percibiendo en su interior una especial sintonía con la vocación religiosa salesiana, hasta que en un momento decidió optar por consagrar su vida al Señor como hermano coadjutor, siendo admitido en 1900 en la Casa de Bernal como aspirante por Monseñor Cagliero.
Después de un tiempo, se le confió a los cuidados de un joven sacerdote tuberculoso; experiencia que hizo que contrajera la enfermedad. Así, ingresó al Hospital de San José, dirigido por un sacerdote y médico llamado Evaristo Garrone.
Artémides le hizo una promesa a María Auxiliadora, que fue consagrar su vida a los enfermos en caso de curarse. Luego, contra todo pronóstico médico, sanó y pudo cumplir su promesa, ocupándose primero de la farmacia del hospital y, más adelante, a raíz de la muerte del P. Garrone, asumiendo la completa responsabilidad del hospital.
Siempre vivía dedicándose a sus enfermos, a quienes visitaba diariamente. Se le llamaba «el infatigable enfermo» o «el amigo de los pobres». Pasó 50 años de su vida trabajando en el hospital.
En 1913, Artémides fue el alma de la construcción del nuevo hospital, que permitió acoger y cuidar a más enfermos.
En 1950, luego de caer por una escalera, tuvo que guardar reposo, parando así su labor por un tiempo. Poco después se le detectó un cáncer del que murió el 15 de marzo de 1951 en Viedma, a los 70 años.
Él se entregaba a los demás sin cálculo ni medida, pues veía en cada enfermo al Señor mismo. Sus «órdenes» a la enfermera han quedado en las memorias de todos: «Prepare un lecho para el Señor», «¿Tienes sopa caliente y vestidos para un Jesús de 10 años?».
Vivió una vida desbordante de bondad y de dulzura, a tal punto que todos llamaban a esta bella figura de salesiano coadjutor «un ángel que se hizo enfermero».
Habiéndose obtenido un milagro por su intercesión, San Juan Pablo II lo declaró venerable en 1997 y fue beatificado el 14 de abril del 2002.
Su canonización se celebró en Roma el 9 de octubre de 2022.
El Día de Todos los Santos es una festividad rica en historia y significado, que nos invita a reflexionar sobre la vida y la muerte, y a honrar a nuestros seres queridos que ya no están con nosotros. Ya sea a través de visitas al cementerio, la iluminación de velas, la asistencia a misas o la construcción de altares, esta festividad nos recuerda la importancia de mantener viva la memoria de aquellos que han influido en nuestras vidas.
En un mundo cada vez más conectado, el Día de Todos los Santos nos recuerda que la tradición y el recuerdo de nuestros seres queridos perduran a lo largo del tiempo y las culturas.
Diario de Punilla | Gonzalo Goro