Cuatro periodistas que escribieron textos de ficción y no ficción en los últimos años debatieron en la Feria del Libro sobre el uso de la primera persona en sus trabajos, contaron detalles sobre sus estrategias para narrar historias reales o imaginadas, y analizaron el impacto del género de la crónica en el periodismo argentino, con sus potencialidades y lo que definieron como «vicios aldeanos».
Sonia Budassi, Daniel Riera, Sebastián Lacunza y Felipe Celesia, en el marco de un ciclo de charlas organizadas por la agencia Télam, analizaron los cruces entre investigación periodística y literatura en un panel que partió desde los escritos fundacionales de Roberto Arlt, Rodolfo Walsh, Truman Capote y Tom Wolfe para detenerse en discusiones actuales del oficio, motorizadas por la necesidad de atrapar al lector sin perder rigor.
Con algunos acuerdos compartidos por los cuatro, los expositores hicieron varias advertencias para la escritura periodística, como una observación que Budassi reconoció como «ponzoñosa» sobre la compulsión por resaltar o describir detalles nimios que no aportan a lo que se quiere contar, o un llamado de Lacunza contra el abuso de la primera persona y la figuración egocéntrica.
Budassi, periodista, editora y autora de varios títulos de lo que los anglosajones definen como ‘non-fiction’ («La frontera imposible», sobre entre Israel y Palestina; «Apache», biografía del futbolista Carlos Tevez o «Mujeres de Dios», sobre cómo es ser monja en la Argentina contemporánea), recomendó que los periodistas no exageren en la descripción de escenas, si estas no contribuyen a subrayar algún aspecto del entrevistado, a crear un clima o aportar a lo que se busca contar.
Su colega Lacunza, exdirector del tradicional diario Buenos Aires Herald, sobre el que escribió su historia desde 1876 a 2017 («El testigo inglés), objetó por su parte que los medios argentinos acepten y promuevan un estilo excesivamente centrado en lo que le pasa al periodista, sobre todo en determinadas coberturas, y atribuyó ese «vicio aldeano» a una intención equivocada de construir «cercanía» con el lector.
«Debería ser un recurso excepcionalísimo», advirtió Lacunza, y como ejemplo a imitar relató lo ocurrido con un cronista de la TV alemana que transmitía en vivo desde la avenida 9 de julio mientras millones de argentinos festejaban el triunfo en el Mundial de Qatar: el enviado especial, destacó, «se mantuvo estoico y siguió informando lo que iba a hacer Messi», pese a ser empujado y mojado con agua por hinchas que bailaban y celebraban eufóricos.
«¿Cómo hubiera sido si eso ocurría en un canal argentino? Le hubieran empezado a preguntar al periodista: ‘¿Cómo estás, contanos si estás bien’, y todo eso. En cambio, el periodista alemán mantenía su crónica, a pesar de que a los editores que estaban en Alemania les daba una enorme gracia», siguió Lacunza para resaltar un modo de contar las noticias, que aconseja poner el foco en los verdaderos protagonistas.
Sin embargo, más allá de la prevención contra el uso abusivo o mal logrado de la primera persona en ciertos textos de no-ficción, Riera no dejó de reivindicarlo porque, dijo, «expone la subjetividad» inherente a la labor periodística.
«Lo saludable de la crónica es rebelarse contra la idea falsa de que no existe un punto de vista, porque siempre hay una subjetividad, una selección», resaltó, para luego contraponer esa afirmación con el eslogan de la editorial Perfil que se declama como representante del «Periodismo puro».
La charla, coordinada por la periodista Eva Marabotto, derivó también en las distintas estrategias narrativas que eligen los autores para encarar tanto una novela como un texto de no-ficción, un punto en el que Riera propuso como máxima la consigna «hacer lo que te pide la historia».
«¿Qué es lo que pide la historia?», insistió Riera, que escribió biografías de artistas como Virus y Charly García, publicó libros de crónicas y no-ficción («Nuestro Vietnam», «Ventrílocuos: gente grande que juega con muñecos» y «Buenos Aires-Tijuana, un viaje») y también novelas, entre ellas la reciente «Travesuras nazis» (Editorial Híbrida).
Riera contó que para él escribir crónica y no-ficción tiene una ventaja, porque «ya sabés cómo termina», mientras que al iniciar una novela dijo enfrentarse al dilema que resumió en las técnicas de dos escritores que admira: mientras Adolfo Bioy Casares delineaba previamente el final, Stephen King suele empezar sus obras sin saber con anticipación cómo las concluirá.
Otro de los temas abordados en el panel fue el modo en que se investigan y narran hechos trascendentes del pasado, un interrogante que es clave para los libros de investigación histórica.
El consejo en este caso provino del periodista Felipe Celesia, quien publicó en los últimos años biografías de Mario Eduardo Firmenich y Rodolfo Ortega Peña, entre otros, como también «Desembarco en las Georgias», un episodio protagonizado por Alfredo Astiz en la previa de la Guerra de Malvinas.
Para Celesia, la clave en este tipo de investigaciones pasa por construir «un método» para «poder navegar sobre corpus» que suelen tornarse inabarcables, y como herramienta recomendó elaborar un método personal para la «acumulación» de materiales, entrevistas y documentos; un trabajo que a él, dijo, le suele llevar tres años, en una suerte de ritual de archivista.
Marabotto, la moderadora, recordó entonces el tipo de trabajo que solía hacer el fallecido periodista Rogelio García Lupo, que se valía del clásico recurso de las fichas para identificar, clasificar, ordenar, conservar y buscar antecedentes en su monumental archivo profesional.
Sobre el final de la charla apareció una de las preguntas clásicas del ejercicio periodístico cuando va más allá del día a día, como también de la literatura, que es cómo detectan los temas que los motorizan a escribir.
Para responder, Budassi encontró una fórmula: «Lo que termina motivándome es el problema. Encontrar un problema y profundizar para ir más allá de los sentidos muy sedimentados de ‘buenos’ y ‘malos’, indagar sobre las sospechas y las máscaras del sentido común».
Fuente: Télam