Por Débora Campos | Telam
La emotiva función se podrá ver el domingo a las 20, desde las cuentas que el Teatro Colón tiene en las redes sociales. El bailarín argentino se despidió de los escenarios junto a la intérprete del Royal Ballet de Londres Lauren Cuthbertson en el rol de Julieta.
El Teatro Colón emitirá este domingo a las 20 la función de despedida del bailarín argentino Iñaki Urlezaga, que protagonizó el ballet «Romeo y Julieta» para despedirse de los escenarios junto a la intérprete del Royal Ballet de Londres Lauren Cuthbertson en el rol de Julieta.
«Fue un día de miles de sentimientos encontrados, con ese telón que no se iba a abrir y cerrar nunca más delante de mí, con esa chaqueta que ya no me iba a poner», rememoró en diálogo con Télam el bailarín sobre aquella jornada del 23 de septiembre de 2018, cuando ante un Teatro Colón colmado cerró una carrera sobresaliente que lo llevó a destacarse en las más prestigiosas compañías del país y del mundo.
Las cualidades interpretativas de Urlezaga le hubieran permitido decir adiós con cualquier obra, pero él quería cerrar ese recorrido con un personaje: «Siempre que pensé en despedirme, imaginé que sería interpretando a un personaje porque creo que lo importante para un artista es poder contar una historia. En ese sentido, Romeo tiene infinidad de facetas y de emociones genuinas a las que un artista le puede aportar lo propio para poder enriquecer esa obra».
La emotiva función se podrá ver mañana a las 20 desde las cuentas que el Teatro Colón tiene en las redes sociales y también en la página del gobierno de la ciudad en el siguiente link.
Aquella historia de pasión adolescente y desencuentros entre las familias Capuleto y Montesco, escrita por William Shakespeare hace 423 años, fue transpuesta al lenguaje de la danza por Leonid Lavrovsky, que estrenó su obra el 11 de enero de 1940 sobre la conmovedora música de Serguei Prokofiev.
Luego de esa primera versión, aplaudida en todo el mundo, los más célebres coreógrafos del siglo XX volvieron sobre el drama del amor teñido de muerte entre Romeo y Julieta: Jonh Cranko en 1962 creó una adaptación para el Stuttgart; Kenneth MacMillan hizo lo propio para el Royal Ballet en 1965 (con los protagónicos de Rudolf Nureyev y Margot Fonteyn); y Frederick Ashton también propuso su versión para el Ballet Real de Dinamarca en 1955.
La función de despedida de Iñaki Urlezaga retoma la propuesta del británico Kenneth MacMillan, en versión coreográfica de Susan Jones y Clinton Luckett, con la sólida interpretación del Ballet Estable del Teatro Colón y de la orquesta del primer coliseo argentino, con dirección musical del maestro Enrique Arturo Diemecke.
Télam: ¿Qué significó cerrar tu carrera en el Teatro Colón con el personaje de Romeo?
Iñaki Urlezaga: El Teatro Colón me dio la felicidad de despedirme del público que me vio crecer porque yo salí de esa escuela, luego pasé un breve tiempo como bailarín de fila en el Ballet Estable y luego, durante mucho tiempo, volví como invitado. Por eso, la relación con el público se mantuvo a lo largo del tiempo y era importante darnos la posibilidad de despedirnos: no dice adiós solo el artista, sino que el público también. Por eso, voy a estar eternamente agradecido por haber vivido ese momento y porque el Colón lo haya realizado.
T: Como bailarín, pasaste por muchas compañías importantísimas: desde el American Ballet, donde estudiaste un año; las dos más importantes del país, el Argentino de La Plata y el Ballet Estable del Teatro Colón; y el Royal Ballet de Londres. ¿Qué es lo que cada una de estas experiencias te aportó en cada momento de tu carrera?
IU: Creo que el artista va viviendo etapas diferentes. Estudié en Estados Unidos y terminé de formarme un poco. Después, en La Plata di mis primeros pasos como profesional, me sirvieron para hacer fila y aprender a estar en un escenario, me enseñaron a maquillarme, a colocarme una peluca, y todo ese detrás de escena. Más tarde en el Colón ya tuve algunos papeles más destacados. Y en Inglaterra, donde más tiempo estuve, se cimentó aquello que ya sabía. Allá, además, pude explorar todo el repertorio del siglo XX; esas obras más modernas, sobre todo psicológicas, y eso fue un desafío: dejar de ser el príncipe y pasar a ser un ser humano mundano. En síntesis, cada lugar tuvo lo suyo, a lo que se sumó la experiencia de formar acá una compañía privada en la que bailaba y dirigía y finalmente conducir un ballet nacional. Fueron etapas que tuvieron sus hermosísimas y enormes vivencias.
T: Una pregunta que se impone por la excepcionalidad de la situación: ¿Cómo es tu vida de maestro y de coreógrafo en medio de esta pandemia?
IU: Siento que a través de la web y a través de las pantallas uno puede estar en contacto realmente hasta un cierto límite con sus alumnos. Porque hay algo de lo presencial que sigue siendo, por suerte, vital y primario y es el contacto genuino que el profesor tiene cuando muestra físicamente un paso, cuando corrige en el cuerpo, o cuando señala que la postura es más adelante o más atrás. En fin… creo que toda esta experiencia es muy difícil de reproducir por Internet.
T: ¿Pensás que un país como Argentina debe tener (o necesita tener) un Ballet Nacional, como el que vos dirigiste hasta 2017?
IU: Un país tan vasto y tan grande como la Argentina, merece pero además necesita tener un ballet nacional porque creo que es un territorio enorme en el que, por el armado estratégico del país, siempre se priorizó Buenos Aires y muchas provincias han quedado relegadas a la hora de poder disfrutar de un espectáculo de danza. Ni hablar de la idea de estudiar o de formarse. Por eso creo que es importante tener una democracia en serio a la hora de hablar de danza, así es que yo anhelo que eso suceda algún día y que se pueda concretar.
T: ¿Vas a mirar la función de este domingo?
IU: Lo tengo programado, pero veré si cumplo y la veo. Nunca he mirado mucho lo que fui haciendo. Tal vez, esta me proponga otra experiencia y sea una buena ocasión para ver qué es lo que representó esa función en el Colón.