Un total de 34 robots creados por estudiantes secundarios, universitarios y aficionados participaron hoy de la primera edición de la Asimov Cup, un certamen abierto de robótica organizado por el Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) y desarrollado en su sede en el barrio porteño de Parque Patricios.
Impulsado por el grupo estudiantil Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos (IEEE, por sus siglas en inglés), una de las organizaciones de ingeniería más grandes del mundo, el torneo recibió a más de 60 competidores de 16 años en adelante, en lo que consideraron una jornada «emocionante».
“Es una experiencia muy enriquecedora para quienes compiten. Estamos muy contentos de haber podido traer esta actividad hermosa a nuestra universidad”, expresó a Télam Agustín Gullino (21), estudiante de ingeniería electrónica en el ITBA y uno de los organizadores del evento, que anunció se repetirá nuevamente el próximo año.
“Estos certámenes son un gran desafío que empuja mucho al perfeccionamiento, porque a lo largo de las competencias uno tiende a encontrar distintas estrategias que sirven y desechar las que no, encontrar fortalezas y debilidades, entre otras cosas”, explicó.
Durante todo el día, estudiantes de todas las edades, familias y aficionados o como ellos prefieren llamarse «hobbistas» compitieron con un total de 34 robots en las categorías de sumo, minisumo y carreras.
En las dos primeras categorías, los competidores deben posicionar sus robots en un tatami o ring semicircular, similar a los de judo o karate, y programar la estrategia que el robot deberá desarrollar de manera autónoma durante la contienda.
El juez da la orden y los competidores se alejan, expectantes y con evidente nerviosismo, para dar inicio al combate, que consiste en tres asaltos de tres minutos intercalados con un minuto de descanso, para ajustar rápidamente detalles del robot.
Gana el asalto quien obtiene un Yuhkoh o punto, que es otorgado cuando el robot contrario toca el suelo fuera del ring o cuando no se aprecia movimiento en la parte motriz del robot durante 30 segundos.
Ramiro Páez (20) es un joven estudiante de programación que participa en competencias de robots desde los 7 años junto a su padre Fito (51), ingeniero electrónico y profesor de robótica en una escuela secundaria y un terciario de la localidad bonaerense de San Nicolás.
“Realmente se aprende mucho en estas competencias, uno va estudiando, ajustando y programando cada detalle constantemente, en función de cada competencia”, aseguraron padre e hijo, tras clasificarse como finalistas en las categorías de sumo y minisumo.
“Hay que ser muy estratega en estas categorías», aseguró Fito y reconoció a Ramiro como «el más estratega de los dos».
«Siempre tenemos que medir y analizar las capacidades de nuestro robot y las del contrincante para definir si la estrategia será más de ataque o de defensa», explicó el joven, que se presentó a la competición con tres robots, dos de ellos construidos «desde cero» por ellos mismos.
Tal como establecen los reglamentos del torneo, adaptados de la Liga Nacional de Robótica Argentina, en la categoría sumo los robots participantes tienen un máximo de 3.000 gramos de peso y 20 centímetros de lado, sin máximo de altura; mientras que en minisumo los robots son de 500 gramos y 10 centímetros de lado.
Pablo Cossutta, profesor e investigador del Centro de Investigación y desarrollo de Electrónica Industrial (Cidei), destacó a esta agencia «el sentido de integración y cooperación que se genera entre personas de distintos ámbitos e incluso distintas localidades de Buenos Aires al venir a competir acá».
Y, agregó: «Celebro estas instancias como docente e investigador del instituto (Cidei) y también como el alumno que alguna vez fui, que competía en estos eventos constantemente».
El docente, quien ofició como jurado durante el certamen, aseguró que estos espacios fomentan «un espíritu competitivo y de cooperación muy importante» y suponen «un desafío tecnológico» al tener que «desarrollar con recursos y tiempos escasos algo que sea más ventajoso que el resto».
«Es un proceso de aprendizaje muy importante, en el que además de la base de elementos para armar un robot, se necesita creatividad e ingenio para poder darle las mejores características», sostuvo.
Santiago (16) y Florencia (17), dos estudiantes de cuarto año de la escuela secundaria Ort, se presentaron junto a otros tres compañeros para competir en la categoría de carreras con su robot velocista apodado como “Dashito».
En esta modalidad, robots completamente autónomos de 20 centímetros de largo y 14 de ancho, con un límite de 10 centímetros de altura, recorren un circuito preestablecido en una lona plástica y quien lo logra hacer en menor tiempo es quien se consagra ganador.
“Lo que más me gusta es poder armar algo yo misma, construirlo desde cero y que funcione, es muy increíble. Entender los mecanismos para que cada pieza pueda hacer algo de manera ensamblada”, expresó Florencia, quien aseguró querer dedicarse a esto cuando termine el colegio.
“El proceso de armado fue difícil, al principio cuesta un poco, pero tuvimos dos semanas de vacaciones (del colegio) para perfeccionarlo para hoy”, contaron ambos jóvenes, que cumplen el rol de físicos en el grupo, es decir, quienes arman y diseñan, mientras sus compañeros son programadores.
«Esta era la primera vez que nos presentamos y nuestro primer robot, que nos llevó tres meses», contaron los estudiantes y concluyeron: «Nos fue bien y estamos muy contentos, ahora ajustaremos detalles para nuestra próxima competición». ||| Por Clara Olmos -Télam | Foto: Florencia Downes