Un violento sismo de magnitud 8,8 estremeció anoche las costas de Kamchatka, en el extremo oriental de Rusia, desatando alertas de tsunami en todo el Pacífico. El terremoto, uno de los más fuertes de las últimas décadas, se ubica en el puesto 12 de los más potentes registrados en la historia. Pero, ¿dónde queda Kamchatka y por qué es tan vulnerable a estos fenómenos?
Kamchatka: tierra de volcanes y sismos
Esta península rusa de 1.250 km de largo se adentra en el océano Pacífico, con una superficie de 472.300 km² y una población multiétnica de apenas 402.500 habitantes. Entre glaciares y géiseres, conviven comunidades como los koriakos, chukchi y ainus, en un paisaje dominado por 130 volcanes, 30 de ellos activos.
Kamchatka es parte del temido «Cinturón de Fuego del Pacífico», donde ocurre el 90% de los terremotos del mundo. Su ubicación, en el choque de las placas Pacífica, Norteamericana y Euroasiática, la convierte en un polvorín geológico. De hecho, el sismo se originó en una zona de subducción, donde la placa del Pacífico se hunde bajo la Norteamericana, liberando energía acumulada durante años.
Vivir al borde del abismo
La mayoría de los habitantes se concentran en Petropávlovsk-Kamchatski, la capital que depende de la pesca (famosa por su cangrejo y salmón) y un turismo incipiente. El resto vive en pequeñas aldeas, rodeadas de una naturaleza deslumbrante que en 1997 le valió el título de Patrimonio de la Humanidad.
A pesar de su belleza, Kamchatka paga un precio alto: columnas de ceniza de sus volcanes amenazan la aviación, y los sismos son frecuentes. El reciente terremoto, aunque potente, ocurrió lejos de zonas densamente pobladas, evitando una tragedia mayor.
El «Cinturón de Fuego»: la zona más peligrosa del planeta
Este anillo de 40.000 km abarca desde Chile hasta Japón, pasando por México. Aquí, las placas tectónicas chocan sin descanso, liberando el 80-90% de la energía sísmica global y albergando 450 volcanes activos. Megaterremotos como el de Chile (1960, M9,5) o Japón (2011, M9,0) nacen aquí. Kamchatka, una vez más, recuerda por qué es un epicentro de la furia de la Tierra.
Redacción Diario de Punilla Fuente: Ámbito