El artista lanzó su onceavo disco en el que aborda milongas y zambas de Atahualpa Yupanqui y Gustavo «Cuchi» Leguizamón, una pieza de Agustín Barrios y otras propias.
El guitarrista y compositor Javier Peñoñori, quien desde casi cinco décadas viene construyendo un camino propio en la escena de la música popular de raíz, lanzó su onceavo disco «Todos los silencios del mundo», en el que aborda milongas y zambas de Atahualpa Yupanqui y Gustavo «Cuchi» Leguizamón, una pieza de Agustín Barrios y otras propias.
«Este disco es la expresión de esos dolores tallados silenciosamente en los rostros de millones de seres», dijo en diálogo con Télam Peñoñori, sintetizando el pulso del reciente trabajo instrumental que lleva su sello personal.
El virtuoso instrumentista y escritor nació en San Pedro, a orillas del río Paraná, provincia de Buenos Aires. Comenzó a estudiar música a los cinco años, alcanzó el reconocimiento internacional -se destacó en festivales europeos- y publicó otros 10 discos dedicados al tango el folclore argentino y latinoamericano y a la música clásica.
En su largo trajinar también editó, en su faceta de escritor, los libros de poemas «Murmullo del silencio» (cinco reediciones) y «Desacordes en la bruma» (2019).
Ahora vuelve al ruedo discográfico con un trabajo conceptual que puede encontrarse en todas las plataformas digitales y donde conviven en armonía piezas como la milonga «Estancia vieja» (Yupanqui), que habla de «las injusticias sufridas por los peones rurales y jornaleros despojados de sus tierras originarias desde el fondo de los siglos» -describió el músico-, hasta «El cóndor de mis riscos», una danza andina de su autoría «que revolotea en las montañas mientras los mineros trabajan al pie de los Andes».
Télam: Después de un extenso recorrido como guitarrista y compositor, ¿cómo describiría este nuevo trabajo?
Javier Peñoñori: Es el resultado de hacerme eco de los silencios de millones de seres que son violentados por las injusticias provocadas por el hambre, las guerras, la expulsión de los pueblos originarios de sus tierras, trabajadores rurales, los isleños y pescadores que tienen que huir de los incendios provocados por las deforestaciones. Todas estas realidades repercuten en mi interior, me atraviesan y como un espejo en imagen musical, se transforman.
T: ¿Cómo fue armando el repertorio?
En este tramo muy particular del camino andado, estas preguntas me llevan a revisar y revivir la diversidad de experiencias y aprendizajes logrados para resignificarlos. No ser simplemente un registrador de las luces y sombras de los diversos paisajes y las personas que lo habitan, sino que los dolores de los silencios, puedan tomar vuelo a través de melodías músicas y poesías, siendo denuncia y testimonio de esas inequidades, de esas realidades.
T: ¿Cómo surge la necesidad de registrar en este disco personales versiones de clásicos del folclore argentino como «Piedra y camino» y «Zamba de Lozano»?
JP: Yupanqui es mi maestro-guía desde muy chico, y me identifico con sus decires reflexivos, su cosmogonía y ese estilo profundo de interpretar la guitarra. Por eso en todo los discos y en conciertos, está presente a través del repertorio. «Piedra y camino» es el emblema de lo duro que fue para los diversos pueblos que han habitado nuestro continente, el sufrimiento de las conquistas, dejando suelos regados de sangre de millones de seres humanos. Del «Cuchi» Leguizamón he abrevado en su capacidad para la improvisación; sus raíces y formas interpretativas jazzísticas. Me atrae su armonía y ritmo por la riqueza melódica, la temática musical. Sus zambas tienen ese aroma y colorido que se emparentan por momentos con aires de alguna baguala y/o vidala. «Zamba de Lozano» fusiona las cuerdas con ese viento de las alturas del Noroeste que me significan el sonido arrancado por Nuria Martínez en su sikus (quien participó en el disco).
T: También incluye «Mangore», de Agustín Barrios…
JP: Como no hago distinción entre la música «culta» y la folclórica, porque ambas tienen raíces populares, es que incluyo a Barrios, como puente entre ellas. Finalmente siento la necesidad de llevar a la práctica el deseo, de que más allá de nuestra finitud en este planeta, este nuevo disco, tome vuelo y podamos compartir en todos los diversos oídos del universo.
T; ¿Se puede decir que la clave de este trabajo en particular está en el lugar que se le da a los silencios, como induce el título?
JP: Exactamente, los silencios son parte de la música; los silencios son parte de la poesía; sin silencios no hay músicas ni poemas que puedan mostrar crudamente los profundos dolores de millones de almas humilladas que transitan por los caminos desde el fondo de los tiempos sobre este planeta.
El arte, la música, la escritura, la pintura, nos ayuda como un salvavidas, a reconstruirnos en los momentos más difíciles, como el que estamos viviendo en esta pandemia.