Escuelas desbordadas y con pocos recursos, cuerpos docentes desmoralizados, el auge de los discursos de la extrema derecha y políticas de inclusión equivalentes al «aterrizá como puedas» son algunos de los problemas que identifica Xavier Diez, miembro del Consejo Escolar de Cataluña, luego de que dos gemelas adolescentes se precipitaran por un balcón, tras lo cual una murió y otra continúa internada.
El 21 de febrero, dos hermanas adolescentes procedentes de Argentina saltaron del balcón del departamento donde vivían con su familia hacía dos años en Sallent, un municipio de 6805 personas al interior de Cataluña, y una falleció, mientras que la otra chica continúa grave.
La gravedad del caso abrió distintos debates, entre otros, el de la integración del sistema educativo, que en el caso del catalán, cuadruplicó el porcentaje de alumnado inmigrante en lo que va del último siglo.
Los datos publicados por el Instituto de Estadística de Cataluña (Idescat) indican que al 2022 la población extranjera registrada como residente era del 16,3% (1.271.810 personas) y solo 19.447 identificadas como argentinas. Sin embargo estos datos no representan la realidad de la calle, ya que muchas personas ingresan al territorio con otro pasaporte, debido a la doble nacionalidad.
El sistema educativo es un fiel reflejo de los procesos migratorios. Xavier Diez (@herodot10), historiador y escritor catalán, forma parte del sindicato de profesores USTEC·STEs, como Secretario de relaciones, y es miembro del Consejo Escolar de Cataluña.
Desde su trayectoria en el ámbito educativo indica que hasta mediados de los noventa «la llegada de estudiantes extranjeros era anecdótica y la sociedad era culturalmente homogénea».
En ese entonces, la sociedad catalana se duplica con la llegada de la inmigración rural, que mantenía sus valores católicos y mantenía aspectos culturales.
«La situación cambia radicalmente a partir del nuevo siglo, cuando llega un verdadero alud de población extranjera, principalmente norteafricana, subsahariana y latinoamericana (también del subcontinente indio, de China y Filipinas), para la cual el sistema educativo no tenía nada previsto. El hecho es que, hacia 2015, pasamos de un 3-4% de población escolar extranjera a un 15-20%, aunque en algunas escuelas, en barrios y localidades crecientemente segregadas, puede suponer porcentajes superiores al 80%», sostiene Diez.
Según Xavier Diez, en el aparato educativo «se asume la multiculturalidad como política oficial. Pero se trata de una formación ‘políticamente correcta’, que se fija especialmente en términos folklóricos y de diversidad, para que la cultura del alumnado sea valorada y se pueda prevenir el racismo. A menudo eso queda en jornadas basadas en la gastronomía de los países de origen, fiestas, folklore o muestras culturales poco conflictivas».
Pero, a la vez, indica, «se refuerza el fenómeno de segregación. Una segregación en la que determinados centros públicos acumulan porcentaje de alumnado de procedencia extranjera (aunque, fundamentalmente, pobres), mientras que se produce un efecto huida de las clases medias autóctonas con alumnado más homogéneo y mayor background cultural».
El problema se agrava cuando a la condición de inmigrante se le suma la vulnerabilidad (entre el 22 y el 29% del alumnado) y la falta de conciencia sobre sus consecuencias.
«Hace treinta años, algunos profesores estábamos preocupados porque nuestros alumnos no tenían libros en casa. Lo terrible es que ahora, muchos niños y adolescentes, simplemente, no tienen casa», agrega Diez.
El bullying es uno de los problemas menos controlados del sistema educativo y, más allá de los protocolos existentes, «en los centros educativos existe un vacío de poder causado por la incapacidad de la institución de poderse defender, o de disponer de criterios simples y eficaces para combatir la violencia en el aula».
A esto se le suma los meses de lista de espera para recibir asistencia psicológica por cuestiones que pueden derivar de este tipo de violencia, como «anorexia, conductas suicidas, violencia, autolesiones» y que «en el mejor de los casos solo podrá recibir algunas sesiones de terapia o derivación a psiquiatría juvenil, con medicaciones o, en casos extremos, internamientos. Pero los recursos, tras los recortes de la década pasada, se han esfumado, y la salud pública es hoy un decorado con un interior degradado», sentencia al incorporar la variable de la desinversión educativa, que se agrava por las consecuencias de la crisis del estado español de 2008.
La falta de presupuesto y de abordaje interdisciplinar derivan en esta cruda realidad: el suicidio es la primera causa de muerte en jóvenes de 16 a 35 años en el estado español y Cataluña triplicó el registro de intentos de suicidios de mujeres menores de edad de 2020 a 2021, pasando de 483 a 1.265 casos.
El posicionamiento de los discursos de odio en la juventud se agravan con la agenda de la ultraderecha, «fundamentada en el racismo y la lucha contra la inmigración», así como también en la xenofobia, y se ejecutan en la discriminación intraescolar: «el bullying se produce contra cualquier persona percibida como vulnerable, aquella persona que contiene alguna característica física, del carácter, de origen que permita ser diana de maltratos ejercidos por iguales.»
El rol y la responsabilidad de la escuela es objeto de debate ante la «indefinición» del sentido de la educación y se pregunta Diez: «¿instruir, educar, aprender, distraer o confinar para que los padres puedan trabajar?».
En esa línea, apunta que «existe una tendencia peligrosa a pretender que los maestros asuman el papel de terapeutas de salud mental. Últimamente, están recibiendo cierta formación. El problema es que, algunos cursillos de diez horas no permiten tener criterios profesionales y a menudo algunas experiencias en clase lo que provocan es que surgen conflictos escondidos que no necesariamente es positivo que afluyan».
El integrante del Consejo Escolar de Cataluña lista: «Parece que existen una serie de ingredientes que, juntos, nos empujan a la tragedia. Un centro educativo desbordado de problemas, sin demasiados apoyos y recursos que se han ido degradando. Probablemente, una progresiva desmoralización del cuerpo docente, que asiste, impotente, a la acumulación de problemas ante la ausencia o la incomprensión de la administración. Un creciente auge de la extrema derecha, especialmente entre los jóvenes provenientes de la penúltima oleada migratoria. Intolerancia de proximidad, que contrasta con los discursos oficiales y políticamente correctos de inclusión. Un concepto de «inclusión» que, sin recursos, equivale a un ´aterriza como puedas'» .
Xavier Diez encuentra, como corolario, «una especie de ´histeria colectiva´ en el que se pone en el centro de los debates la cuestión de la salud mental, como una fórmula neoliberal de individualización y medicalización de los problemas sociales».
Desde Barcelona, por Mariel Lesnichevsky Boronat, especial para Télam