De un lado, no hay luz ni agua y 150 contagiados; del otro luz y agua y un cuarto de infectados
INFORMACIÓN PÁGINA 12 | Por Raúl Kollmann
Los dos mundos que conviven en Villa Azul, la parte de Quilmes y la parte de Avellaneda, completaban este martes el segundo día de aislamiento. El cuadro más duro está del lado de Quilmes, donde sólo hay conexiones ilegales de agua y electricidad, las viviendas son precarias o más que precarias, los pasillos son estrechos, no hay centro de salud ni jardín de infantes ni polideportivo ni comisaría. Viven 3.300 personas en 850 casas. Allí se totalizaban al anochecer 136 contagios confirmados y 82 sospechosos. Del lado de Avellaneda, donde cuentan con casi toda la infraestructura y 1500 personas viven en 650 casas, los contagiados no llegan a un cuarto y ayer sólo se hicieron cuatro hisopados por vecinos con síntomas. El virus no hizo más que evidenciar la desigualdad. La política de aislamiento decidida por el gobierno nacional, el gobernador Axel Kicillof y los intendentes Mayra Mendoza y Jorge Ferraresi, tiene como objetivo central evitar que el virus se propague, que se difunda lo menos posible dentro del propio barrio y en especial que no llegue a la vecina Villa Itatí, la más grande del sur del conurbano. Por ahora, ahí sólo hay un caso confirmado y aislado. Como es obvio, en la Azul hay pequeños sectores de vecinos disconformes, algunos porque dicen que el bolsón de comida es insuficiente, porque afirman que no recibieron todo, porque tienen otras necesidades o porque no están de acuerdo con el aislamiento. Kicillof, por si acaso, avisó que la metodología usada en la villa no será exclusiva de los barrios populares: «Cuando aparezca un brote, ya sea en un barrio cerrado o en un edificio, se hará una cuarentena comunitaria», advirtió.
La estrategia de las autoridades en Villa Azul es estabilizar el barco, porque los casos empezaron a aparecer el viernes, sábado y domingo. Hasta ayer, había algo más de 130 confirmados y de los 82 hisopados, lo más probable es que den positivo de coronavirus otros 50. Es decir que se llegaría a una cifra parecida a 200. Según el análisis epidemiológico que se hizo, lo más probable es que el brote se haya disparado a partir de un torneo que se jugaba en la canchita de fútbol, con muchísimo público alrededor. El campeonato no frenó durante la cuarentena, lo que explica que el perfil de los contagiados es mayormente de gente joven. Eso hace pensar también que el pronóstico es bueno: del total de vecinos que tienen el virus, sólo una pequeñísima parte –cinco, pero va variando– están hospitalizados, la mayoría de los demás contagiados están en aislamiento en un centro que se armó en la Universidad de Quilmes y algunas familias no aceptaron dejar su vivienda y, dado que están todos contagiados, quedaron en sus domicilios.
El presidente Alberto Fernández, que estuvo en La Plata, dio cuenta de esos dos mundos: «En el barrio Azul, separados por una calle donde de un lado hay una intendencia y del otro lado, otra. En una de las intendencias, ese barrio popular se convirtió en un lugar con condiciones de dignidad, pudieron desarrollar un hábitat donde vivir mucho mejor con calles, centros deportivos, escuelas, espacios para el esparcimiento, casas con material, baños… pero cruzando la calle, ese desarrollo no se hizo”, afirmó el mandatario, pasándole factura al anterior intendente de Quilmes, Martiniano Molina. El reproche es aún mayor, porque al lado mismo de Villa Azul hay 152 casas casi terminadas, que el gobierno de Macri-Vidal-Molina no quiso finalizar y entregar, argumentando que eran producto de la corrupción. Ahora, el presidente, el gobernador Kicillof, el titular de Diputados, Sergio Massa y Mayra Mendoza acordaron terminar las obras, entregar las viviendas y hacer lugar en el barrio para construir más calles y más casas.
Ayer se siguió debatiendo sobre la cuarentena e incluso sobre el operativo en Villa Azul, porque hubo quien calificó lo que se estaba haciendo como un «ghetto de pobres». En verdad lo que se vuelve a percibir es la diferencia entre zonas del conurbano, donde los intendentes de la parte norte –y no sólo los que son de Cambiemos– insisten en que se debe avanzar con las aperturas, mientras que los de la zona sur ponen el grito en el cielo ante cualquier flexibilización. El gobernador Kicillof buscó zanjar esa diferencia al sostener que «cuando aparezca un brote, ya sea en un barrio cerrado o en un edificio, se hará una cuarentena comunitaria», dijo y aclaró que el aislamiento «no es exclusivo de los barrios populares» sino que apunta a controlar los riesgos de contagio. Es más, aseguró que «cuando hay mucha concentración del virus y mucho riesgo de contagios, la idea es cuidar mejor posible a la gente», y señaló que su gestión trabaja para «cuidar a la comunidad donde hay mucho intercambio porque está en juego la vida».
En la Villa Azul, durante las últimas dos jornada se repartieron los bolsones de comida en todas las casas, agua, garrafas, elementos de higiene, medicamentos, pañales, material de limpieza y se buscó ayudar a los vecinos en su situación laboral. El bolsón básico contiene ocho paquetes de fideos, dos paquetes de un kilo de polenta, seis paquetes de arroz, cuatro de garbanzos, cuatro envases de puré tomate, tres litros de leche, dos kilos de azúcar, dos botellas de aceite, sal, tres paquetes de harina, un jabón tocador, un detergente, un trapo de piso, un trapo rejilla, tres pastillas de jabón blanco y una botella de cloro. En el atardecer de este martes se estaba preparando un segundo bolsón de frescos, con fruta y verdura.
El Ministerio de Trabajo bonaerense llamó al empleador de cada uno de los habitantes del barrio para explicar la situación. Las fuerzas de seguridad patrullan para evitar intrusiones en las casas de las familias que tuvieron que ser derivadas al centro de aislamiento y también para impedir que los vecinos entren o salgan del barrio. Si todo funciona, en los próximos días se irán flexibilizando las restricciones.
Alberto Fernández redondeó así el cuadro de situación: «Cuando testeamos en el barrio que se construyó con condiciones de vida digna el contagio es infinitamente menor que cuando testeamos en la zona más débil de ese mismo barrio. El tema central de la política es el hombre, y yo me pregunto cómo nosotros podemos ver semejante diferencia tan cercana y no reaccionar. Lo que dejó en evidencia la pandemia es la muestra de la desigualdad en la que vivimos. Aquí nadie puede hacerse el distraído”.