(Por Leila Torres) A casi un año de su fallecimiento, el escritor Juan Forn fue homenajeado en la Feria del Libro a través de un recorrido por su obra y anécdotas personales que divulgaron ante un público atento el editor Víctor Malumián, el narrador Juan Sklar y la escritora Mariana Enriquez, quien evocó cómo se ofendió en su primer encuentro con el editor, aunque el malestar inicial devino en un vínculo entrañable: «se armó una extraña paridad de venir de lugares muy distintos pero compartimos la voracidad de la lectura, porque a él no había cosa que le gustara más que leer y a mí después de leer, lo que más me gusta es la música”, aseguró la autora de «Nuestra parte de la noche».
El tributo, que tuvo lugar en la sala Tulio Halperín Donghi, arrancó con la evocación de Malumián, fundador del sello Ediciones Godot, quien destacó que Forn «tenía una gran capacidad de contagiar la lectura a través de la palabra, lo cual era doblemente interesante. Hay mucha gente que de forma erudita cuenta sobre autores y autoras conocidos pero de ahí a que logren contagiar la lectura hay un trecho muy grande, cosa que él hacía con maestría».
«De hecho era casi imposible leer los textos de ‘Los viernes’ sin estar en todo momento subrayando autoras y autores nuevos y buscarlos en el momento para luego ir a Parque Centenario por esos libros -señaló-. Ese me parecía uno de esos aspectos más interesantes que tenía como editor”.
Luego llegó el turno de Sklar, que además de escritor es dueño de una librería, “Cuaderno azul”. Precisamente sobre esta segunda faceta se centró su alusión inicial al autor de «Nadar de noche», cuando recordó que el primer libro que empezó a vender fue “María Domecq” con la premisa de lograr que hubiera más gente que lo leyera, “para así poder hablar con ellos del libro”.
Más tarde se refirió a «Los viernes», donde según Sklar realiza el ejercicio de “esconder la vida propia en elementos literarios, un aspecto netamente borgeano”. En una de estas historias, se narra la muerte de un burgués austríaco que poco antes de morir, decide comenzar a escribir un libro. «Esa crítica al medio burgués se traduce en las obras de Forn ya que la rebelión que tanto se escucha en el libro es su propia rebelión contra esos mandatos y medios”, acotó.
En otra hipótesis de lectura, Sklar puso la lupa en aquello que “se expresó sin querer” en “María Domecq”, una novela sobre un hombre que después de sobrevivir a un coma pancreático, conoce a la persona del título, una mujer que tiene lupus, y a Noboru Yokoi, un japónes que según los cánones de la medicina, ya debería haber muerto. El personaje principal aprende de ellos cómo lidiar con dos sentimientos cruciales: el miedo a morir y el miedo a vivir. “Cuando Forn describe a María Domecq se está describiendo a sí mismo y para mí, en una época de profundo egoísmo y soledad, escribirse a través de otros es una idea muy poderosa”, analizó.
A continuación, Mariana Enriquez advirtió: “A diferencia de Juan Skar, lo mío es pura anécdota y poco análisis”. Luego contó que ella tuvo una relación cercana con Forn. “Me sorprendió la muerte de Juan sabiendo que estaba muy consciente de que su vida podía tener un desenlace muy repentino”, aseguró y agregó que había épocas donde no se veía de manera tan frecuente con el narrador y editor, porque él “pasaba mucho tiempo en la costa” y a ella no le gusta. “No me gusta el sol ni el frío, ustedes pensarán ´¿Qué le gustará a esta mujer?’ Bueno, pocas cosas”, señaló la escritora y el público acompañó su confesión con una risa.
Aunque Enriquez y Forn se veían poco, “intercambiaban mails muy leales”, recordó la autora de “Nuestra parte de noche”. Y amplió: “Él se enteraba de algún quilombo público que yo tenía y, a lo mejor, no tenía ganas de enfrentarse con gente para bancarme pero me mandaba un mail, que era totalmente reparador y me decía ´para mí tenés razón vos´, después me cagaba a pedos con algo como ‘pasa que tu libro es tres cuartas partes lo mejor que se publicó en las últimas décadas’. Todo para que yo le pregunte por el cuarto faltante, cosa que yo no hacía porque porque ya era entrar en la locura”, contó la escritora.
Una vez, Forn, quien no estaba interesado en fantasmas, le mandó un mail a la autora de «Bajar es lo peor» sobre un fantasma japonés clásico: una mujer de pelo negro y suelto, que flotaba y no tenía pies. “Yo guardo este mail con total devoción porque a él no le interesaban mucho y nada más que él y yo podíamos entender que era importante y además el tipo de locura en el que yo estoy metida”, confesó Enriquez.
Luego, la autora de «Los peligros de fumar en la cama» recordó el momento en que conoció a Forn en una oficina del sello Planeta llena de papeles y olor a cigarrillo. En ese entonces, la editorial estaba armando una colección de textos para jóvenes pero les faltaba una ficción de una escritora joven. De esa manera, llegó a Enriquez, según ella, “de la manera más insólita”. En aquel entonces, Gabriela Cerruti, hoy vocera de la Presidencia, era biógrafa de Carlos Menem. “Cerruti iba mucho a la editorial, se llevaba muy bien con Juan y además ella era hermana mayor de Andrea, una de mis mejores amigas”, relató la escritora. Entonces, su amiga le dijo a Cerruti: “Mariana escribió una novela” y se la dio. “A Gabriela yo estoy segura que no le gustó”, recapituló entre risas.
Corría el año 1994 en la editorial donde también trabajaba el periodista Jorge Lanata, quien leyó la novela de Enriquez. “Yo tenía 19, no conocía a nadie, vivía en La Plata y lo conocía a Sábato que había ido a la facultad a hablar”, dijo de forma irónica Enriquez y agregó que en aquel entonces tampoco quería ser escritora: quería ser estrella de rock o periodista de rock pero no le gustaba el rock nacional “así que era todo muy complicado”, evocó.
“Yo leía mucho y venía leyendo desde que tenía 6 años y lo que me dijo Jorge de la novela me pareció que no iba. Yo era bastante arrogante, después bajé el copete un poco. Creo que Juan era bastante arrogante también”, consideró la escritora. Entonces, “hubo dos bandos que se pelearon”, afirmó Enriquez. En un bando estaba Lanata y en otro Forn, quien expresó el deseo de editar la novela de la entonces periodista. “La quería laburar él, vio una voz que le resultó interesante”, contó.
Cuando conoció a Forn en su oficina, “que era un sucucho del horror donde encima fumaban mucho”, él ya había leído la novela. Para la escritora de «Las cosas que perdimos en el fuego», la devolución del escritor fue “sensata”. Sin embargo, apareció algo que a ella la indignó: “Lo que no me gusta es que tu generación cree que puede hacer cualquier cosa con la literatura”, le dijo Forn. Enriquez prosiguió el relato: “Eso que me ofendió hizo que yo tuviese ganas de hablar con él de vuelta, para demostrarle que yo era de otro palo y que él no me estaba entendiendo. Ese fue el enganche. Se armó una extraña paridad de venir de lugares muy distintos pero compartimos la voracidad de la lectura: a él no había cosa que le gustara más que leer, a mí después de leer, lo que más me gusta es la música”, recordó.
El escritor de novelas cautivantes como “Nadar de noche” y “Los viernes” fue la única persona con la cual la escritora y periodista discutió “palabra por palabra, renglón por renglón”. “Era muy difícil trabajar con Juan pero me dijo algunas verdades, por ejemplo que ´si no sabés hacer primera persona, no la hagas´ o ´si vas a hacer diálogos escuchá a la gente, no te escuches a vos´’. Pónganse a escribir y fíjense qué difíciles son estas verdades que parecen de perogrullo”, advirtió la escritora.
En 1993, el escritor homenajeado le regaló a Enriquez una computadora a partir de un anticipo que le había conseguido. Lo primero que hizo la cuentista fue transcribir toda su novela, pero luego sin darse cuenta la borró. “Me acuerdo de haberlo llamado a las 2AM contándole. La novela encima no era corta. La pasé toda y después la borré. Juan me consoló un poco, lo suficiente. Yo estaba bastante sacada”, recordó y agregó que después la acompañó en todo el proceso de publicación. Enriquez todavía conserva un fragmento a mano que trabajaron en Mar del Plata. “No lo traje porque lo tenía en la casa de mi madre y no tenía ganas de ver a mi madre ni un segundo”, confesó, y luego rio.
La escritora volvió a encontrarse con Forn en el suplemento Radar, donde trabajaron juntos en algunas notas. Después, él enfermó y se fue a Villa Gesell. “Juan nunca me invitó a su taller, no me daba cátedra, no me explicaba lo que yo tenía que hacer. Lo que hacía era recomendarme un libro o contarme un chisme. Él era bastante quilombero, yo trataba de quedar afuera de todo, pero esas cosas son divertidas si no estás en el medio”, contó Enriquez.
“Lo último que quiero contar es súper personal, pero es importante y tiene que ver un poco con ‘María Domecq’. No sé por qué yo creí que iba a tener una enfermedad autoinmune y él en ese momento, estaba en pareja con una persona que tenía una enfermedad autoinmune”, recordó la escritora y agregó que Forn le sugirió hablar con ella porque “le iba a hacer bien”. “Esto te puede servir a vos como parte de la hipótesis”, le dijo Enriquez a Sklar. “Ellos después se pelearon y más tarde se amigaron de vuelta. Después de la muerte de Juan, ella quedó muy contenta de haberse amigado con él -contó la autora-. Así que él me dejó una gran amiga”, señaló.
“Me decía Marianita porque soy petisa y él también. Era una especie de entendimiento entre petisos”, dijo riendo y agregó que Forn fue una persona que “la bancó desde el primer día”. Cuando el editor trabajó su primer texto, le había dicho: “si este camino lo vas a empezar, lo vas a empezar conmigo”. Y concluyó: “Juan me cambió la vida de una manera súper tranquila, en una oficina espantosa de Planeta, fumando cigarrillo a las dos de la mañana. Y me hacía reír y qué importante es eso”. ||| Info: Télam